Sueños
Hercilia Castro
Mi cuerpo del qué tanto hablo se cansa, quiere vivir en ese sueño eterno, en el País de las maravillas estaría bien, o en el mundo de Narnia, o tal vez en la casa cubierta de gatos y flores de Jamiko, o en el fondo del mar del hombre azul. Cada día que pasa lo vivo intenso pero en incertidumbre.
Como hoy que me sentía vencer, desvanecida con ese dolor desde el esófago extendiendo hasta cerca de mis riñones, que sentía mis pies se volvían a quemar, como la primera vez, como la última vez.
Dice la neurología o las páginas a las qué he entrado para ver los avances de mi Esclerosis Tuberosa, que cuando los angiomiolipomas se extienden en riñones ya valimos falo los raritos qué tenemos este síndrome qué va junto y pegado a la epilepsia. Es decir, los tumores qué nos salen en varios órganos desde cerebro, ojos, rostro, y riñones pueden comprometer más órganos.
Hace dos años mis riñones empezaron a sangrar, casi un año en hospitales entre cuartos de choque, ambulancias, shock hipovolémico, citas y este cansancio qué me agota diariamente.
Ya no soy la misma, mi energía se empieza a ir junto con toda esa sangre de estos dos años. Nefroctomia me propuso un urologo dinerero. Vivir con diálisis y hemodialisis. El del Instituto Mexicano del Seguro Social fue más educado, no me recomendó eso y le asombra aún estén funcionando esas muy pequeñas bolitas llamadas riñones, porque eso parecen, como más bien una semilla de marañona.
Igual trato de seguir mis rituales, mi vida, hace unos días fui a Atoyac, aún no acabo la información y la crónica que le prometí a Isaura. Hago lo mismo, me encargo de resolver los problemas de casa, cocinar, estar en redes, escribir, pintar, arreglar esos benditos trámites para poder vivir dignamente, porque a veces, ni para el medicamento tengo o para comer. Me causó lástima a esta edad pero trato de dejar las cosas arregladas, no dejar problemas. Y seguir luchando contra la negligencia institucional.
Hablar con los pocos amigos qué tengo y empiezo a hacer, defender a los maestros, seguir hablando de las luchas populares de mi estado, Guerrero. Pero hay días como hoy qué la fuerza me abandona, mi cuerpo es un hilacho y mi voluntad se va, el deseo y el amor no me levantan, vaya, me estoy muriendo de a poquito y no logro salir de este lugar, irme a far far away y estar sentada frente al mar, esperando la hora.
Presiento pronto será y ya no culpo las negligencias de este Estado asesino qué no da tregua ni ayuda a los enfermos, me tocó vivir con un gen recesivo, 46 años de experiencia me respaldan y no sé ya cuántos año nuevos, 1 de enero, Días de las madres, cumpleaños, etc, he vivido en hospitales.
Aunque Sirenia y Erica digan yo las enterrare, eso es una falacia, lo saben. Para eso voy con mi neuropsiquiatra, Vega, porque sé él entiende esta desazon que me acaba y aunque dice disfrute, no sé si sabré o veré mis gatos en una galería, o seré la artista fallecida con su obra exhibida, y hagan un recordatorio póstumo.
Si mis crónicas las terminaré en ese libro pendiente o estas cartas dramáticas y poemas eróticos, esos cuentos sin acabar. Pensé tendría más tiempo pero no, la vida es así, la muerte es así a pesar que todo este tiempo le he pedido un día más para amanecer bien.
Pero debo decir que pese a todo, vivir demasiado aprisa, intensamente, retando la moral conservadora, y este sistema capitalista que mata a la humanidad con guerras, desigualdad, violaciones a los derechos humanos, trasnacionales e hijos de multimillonarios que no saben lo que es carencia, de todo lo visto y sufrido, padecido no sólo por mi enfermedad rara, he gozado y tenido momentos breves de felicidad.
He soñado, sueños guajiros, amantes furtivos, he viajado a lugares y pueblos fantasmas de este país, otros estados, aunque mi único propósito era ser feliz, se empiece a acabar. Mis gatos me han ayudado y sé estarán bien con mi pareja.
Según la astrología esta es la última re encarnación de piscis, el pez del 3 de marzo ya no volverá, tal vez Yemaya me llevé a otros mares. Pero sé que quiero ser enterrada en un jardín para dar vida a las flores, árboles, y mi cuerpo no vaya a una facultad de medicina. La ciencia me ha salvado y me alegra conmigo termine la tara de la herencia de los Castro.
Agradezco haber tenido una familia de ciencia y de izquierda, todas las marchas a las qué desde niña pude ir acompañando a mi madre, profesora disidente, y a padre que me enseñó a amar el mar, millas náuticas, nudos marineros, nadar mar adentro y tenerle respeto.
El mar ha sido mi primer amante y a él le sigo perteneciendo. Esto no es una carta de adioses, es sólo cansancio, dolor corporeo, y sueños incumplidos. Acepto el poco tiempo que me queda y quiero aprovecharlo aún amando, marchando con los compas, acariciando mis gatos, tomando café y siguiendo con mis vicios. Porque no soy perfecta y así debe ser.
Y dormir en ese sueño eterno, viendo el mar, arrullada por las olas y sintiendo las caricias del sol.
Yo no vivo de esperanzas, eso me lo enseñaron mis médicos y los quiero tanto por hacer que en este momento pueda escribir, aunque ya no tenga fuerza hoy ni voluntad para caminar, aunque pueda hacerlo, porque ya sólo tengo cansancio y ganas de dormir profundamente.
26 de mayo de 2025.
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