El incendio de mi cuerpo,
el incendio de mi sexo, El incendio de mi ternura,
Lo invisible de mi piel, la ceguera de tus ojos,
El incendio que provocas cuando estás y no,
La vida que se escapa pensando en ti.
Me entretengo tratando de sosegarlo, apagarlo con tus palabras,
esas que no llegan, mis palabras que no te digo más que al escribir aquí,
viendo si llegan a la palma de tus manos, a tu desnudez cuando me posees,
Cuando me tienes.
El odio y el sentimiento, lo inentendible del destino, de esa figura
llamada ironía.
Tanto tiempo, tanta cobardía para regresar y tanto, pero tanto éxtasís
para mojar el incendio.
Yo no sé qué piensas, pero sí sé que tu oscuridad y la mía se parecen.
Aunque digas no, o no sé si lo pienses.
La simpleza de mis versos, intento de poeta malquerida, poeta maldita, dijiste.
Escribo un cuento de ti, pero no sé si tenga ya próximo final.
Mi incendio, mis gatos internos peleando por maullarte o no.
Pelean en un tejado, unos por verte, otros por dejarte, otros por amarte.
Pero les echo agua fría y les comento que no importa ahora lo que piensen,
Que tu vida es otra, mientras esperamos a la orillla de un mar en calma
que brama tu nombre por las noches.
Cielo de truenos y tormentas en invieno.
Yo escribo solamente para decirte que un abismo nos tragará,
y será, tal vez, lo mejor.
El amor que te asusta y te digo con letras temblorosas, mojando el fuego
que me provoca tu ser.
La vida que se nos va, sin compasión, sin saber si habrá mañana.
El incendio que me provocas y consume mis huesos,
La piel de gata en celo que dejaste prendida y no se acaba aún.
Hercilia Gato 022
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