sabato 17 novembre 2012

Le Amanti





Lo conoció en 2002, apenas acababa de separarse del gilipollas de su ex, cuando pasó por casualidad por su tienda, la miró de manera furtiva y ella se sintió atraída a su imagen en sus ojos. Tenía que pasar por la misma calle para irse a trabajar todas las mañanas, era incontrolable el no pasar y verse, sentirse descubierta, sin ropa, bella, hermosa, recorrida por la mirada de deseo que él le posaba a cada paso suyo.

Era extraño saberse mirada, observada, atraída por ese hombre que nunca le dirigía una palabra, un saludo, pero sólo le insinuaba que volviera una y otra vez para verse, desnudarse sin hacerlo, tocarse sin rozar la ardiente piel de ambos.

Sentir ese deseo "pecaminoso" y furtivo mientras Mario de re ojo los observaba y les veía con envidia, con risa perversa, mientras ella corría para que no les descubrieran la humedad entre las piernas.

Hubo días en que ella sólo pasó sin verle, para que no los descubrieran, fingiendo que no le importaba saber que estaba ahí, esperándola para desnudarla con la mirada, besarla, días en que ella no entendía por qué sentía esa sensación a pesar de saber era algo imposible.

Hasta que por fin lo aceptó, la verdad es que le encantó la idea de volverse su amante secreta, sin decirle a nadie comenzaron a recorrerse en cada espacio, cada momento fortuito o de rapidín para sentirse, correrse ambos sin que nadie les viera, tenían que tener cuidado de que no pasaran los vecinos o estuviera Mario, que también, de vez en cuando le lanzaba esa mirada alza faldas.

"Te amo" le dijo ella en silencio mientras quedó parada una tarde frente a él, pero sólo le dijo "Sexy" sin mover los labios. La complicidad se unió mientras ella observó sus caderas pegadas a él, su rostro besándole la espalda, mientras ella gemía sin hacerlo, orgasmos una y otra vez.

Él sabía que ella andaba libre, con cualquiera, y nada podía hacer más que esperarse cada tarde, cada mañana, cada noche a que volviera a su lado.

"Pero si tan siquiera pudiéramos"- le dijo, el amante sólo calló.

Era algo imposible su relación, sólo eran reflejos, destellos de deseo, éxtasis y orgasmos con cada tacto, mirada, escapes donde ella se deshacía con ganas de amarle, de sentirlo de nuevo naufragar entre sus senos, sus nalgas, tocarlo una y otra vez.

Como un ritual de humedad, se repetían los encuentros, las miradas, la interminable humedad de su sexo complacido a pesar de ese contra llamado clandestinidad.

Al cabo de una década siguieron juntos, y ella terminó por aceptar que jamás podrían consumar el acto que hacen los amantes en celo, a pesar de todo lo convivido, lo mojado, lo prohibido.

Él, siempre sería su amante eunuco.

Se enamoró de un espejo que a cada pasar, le regaló la seguridad de saberse deseada en todo momento.

El espejo, sigue en ese aparador de la tienda de pieles, a la espera de ella.

Fin.

Hercilia Gato 012`

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