venerdì 7 dicembre 2012

Descubrimiento




Descubrió que estaba sólo, que nada de lo que escribió era real, nada de lo que vivió fue cierto, descubrió que jamás existieron sus muertos, su panteón de muertos desde la Guerra Sucia, que jamás hubo guerrilla en la sierra de Atoyac.

Se halló despierto en un libro de hojas en blanco, sumido en la realidad de la ignominia, descubrió que Tita Radilla era mentira, que jamás violaron los soldados a Inés Fernández y Valentina Rosendo, que Raúl Lucas sólo fue un invento, que la parafernalia del ERPI fue un sueño, que todo estaba en blanco.

Miró que sus manos no tenían línea de la vida ni del destino, mucho menos del futuro, descubrió que los puños arremangados de su camisa blanca no tenían señales de lo escrito, no se redactó jamás para otros ojos que los paramilitares y narcos despojaron y asesinaron ecologistas de Petatlán y Coyuca de Catalán.

La torre de babel lo aturdió, sólo quedó sentado en el banquillo, con un libro en blanco mientras vio pasar como una divagación la criminalización a los campesinos guerrerenses, a unos normalistas, a un Acapulco ensangrentado, un Guerrero olvidado, ni siquiera pudo pensar de tanta mentira.

La torre de babel se llenaba  de gritos ininteligibles, intangible el pensamiento que le rondaba, cada quien y cada cual gritaba por sus intereses, por sus detenidos en el ombligo de la luna, alucinó.

Supo que la historia de dolores en su andar era falsa, no hubo más niños sin escuela en comunidades alejadas, masacres en El Charco o un Aguas Blancas, vio entonces las paredes en blanco y regresó la mirada al libro vacío, al lapicero sin tinta, no hay más tinta para inventos, pensó.

El corta cartas  seguía brilloso, hace mucho no recibía una carta de felicitación, de ánimo, algo que le mostrara que había una o muchas historias que contar, voces de comunidades olvidadas a dónde ir de nuevo, dónde transcribir un sólo queremos justicia.

La torre de babel seguía girando hablando del ombligo de la luna, era lo único que existía, lo demás era un sueño, mentiras, falsedad de encuentros con mujeres olvidadas, caminos sinuosos extinguidos, casas de cartón y madera a medio construir, todo era un sueño. Su vida estaba en blanco, y el libro sin letras.

El corta cartas seguía brillando, cansado de tanta alucinación y locura tomó el objeto y se encajó la punta filosa en la yugular.

"Nunca más es para siempre", fueron sus últimas palabras.

Cayó al suelo mientras la torre de babel giraba sin saber, de las historias de un pueblo olvidado que un día, inventó el loco escritor.

Hercilia Gato 012`


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