venerdì 17 gennaio 2014

Todo se reduce al amor



Todo se reduce al amor, a esperarte, pensando en mil cosas en lo que llega la hora de caminar bien. Dividiendo temas, buscando conflictos, sabiendo de tí y de mí, como si nada cambiara.

Como si todo fuera así, tal vez así quiera que sea,
Llega la madrugada y pienso en portugués, en los lirios acuáticos de las tantas lagunas contaminadas que he visto.

Pienso en las paletas de nuez de Xochimilco, en ese señor que me la vendió mientras niñas pasaban súper cobijadas del frío, yo titiritaba emocionada viendo la iglesia, pensando en la hora de que comiéramos la barbacoa de borrego, que no recuerdo el lugar pero sí los olores. El olor de esas nueces garapiñadas del tianguis que se pone atrás del Nacional de Neurología, o la birria y el queso panela del tianguis de Ermita, y esas carnitas que están por Izazaga, o los suspiros de la dulcería cercana al Washington, y de plus los museos.

El olor de los tlacoyos que hacen atrás de la catedral, o afuera de la casa de la Tía Mary, los de frijol negro, requesón y haba, con esa salsa roja bien picosa. Pienso en esa tarde al lado de mi madre que se atacó de la risa de que soy una papa para leer números en romano, pero a quién se le ocurre que se cuenta así en estos tiempos, yo solo veo equis ele palito palito palito ce y sepa qué más. Recuerdo mucho el cuadro de esa iglesia la de Tlalpan por la que se rieron de mi.

También recuerdo El Popular y las tortas de milanesa  abajo de la Cánada grasosas pero sabrosas, pero no era de eso de lo que iba a hablar, en realidad quiero decirte que todo se reduce al amor, a las esperanzas de lucha que tengo después de caminar, después de cifrar, sumar y restar tantos días de cama, y ahora en muletas, para el lunes me digan que asiente los pies y unos días más de recordarle a mis piernas que tienen que ir hacia ti.

También recuerdo El Arenal, ese pueblto antes de llegar a Playa Paraíso, ese lugar tan escondido y que sí es un paraíso para los lugareños y para los que quieren ir a drogarse libremente, playa Paragrifo que le dicen, pero recuerdo la laguna, la tuvimos que cruzar y fui feliz en otro mundo con el mar al pie, entrevistando gente a los lugareños, nadando y escapando de la realidad, todo se reduce al amor, verás.

Luego recuerdo la Sierra Negra con Marie y las italianas Giorgia , las francesas Charlote Walsh y la canadiense que venían a hacer su servicio, cómo nos quedamos atoradas en la carretera rumbo a la comunidad poblana a la que subiríamos, y en ese viaje recuerdo mi encuentro con las semitas, ah el sabor de una semita poblana, al lado de la carrretera, con el frío amoratando mis manos. Después fue el atorón y pasamos toda la noche adentro de la camioneta con la tormenta encima, sin agua, sin qué comer, sin ir al baño, viéndonos las unas a las otras, Marie fumando pese a su embarazo de 5 meses y estresada, pero todas emocionadas por la aventura, se me reventaron mis zapatos y como buena costeña subí a pata raíz.

Luego el frío que te destroza, mucho más frío que en los Valles Centrales de Oaxaca, de Zaáchila y Ocotlán del Progreso, del teljate y las tlayudas frías que comí, un frío pero, que destrozaba, mis manos amoratadas, sin circulación, sin quererme mover, viendo a una niña de 14 con un bebé de 2 años, contenta de ser madre, la gente sin agua, cuidando el agua, negándote agua, preferían darte el café chirrio al agua porque casi no había, la mujer cocinando con el gato al lado de la lumbre, pobre gato, pero bien querido, todo se reduce a amor.

Luego pasa que las vivencias vuelven, golpean en la cara como la vez que los profes de la CETEG casi me linchan porque dije que era de prensa, ese 20 de noviembre histórico, pensé histórico e histérico, pero siempre gana una marcha más grande, eramos miles, grité a más no poder y en todo el camino salían conocidos de luchas antiguas, es que verás, todo se reduce a amor.


Después la vida que me tira de un lado a otro, desde Puebla a Cancún, a Yecapixtla, a Zacatecas y San Luis Potosí de paso en un lugar en carretera que comí las enchiladas potosinas, luego en Querétaro y comí enchiladas queretanas, luego en Tlapa, luego en La Morena, Juluchuca ahí comí jabalí, el mejor que hizo Olga, aunque en La Morena lo hicieron carnitas, luego el rostro de Yaz, de cuando tenía como 8 años y ahora tiene 14, luego en Taxco, n El Cerrito, en Cacahuatepec, en Santa María, Puebla, en el foro de Wiricuta, en ese restaurant chic y retro escondido por el Hemiciclo a Juárez, con ese mesero que regañó a mi hermana jaja. Todo se reduce a amor, verás.

Después en Cuautla, en el Tepoz, en Oaxaca, en Ciudad del Carmen, Acapulco mi vida y mi corazón, en Las Ollas, Puerto de las Ollas y Las Palancas, en Real de Guadalupe, Santa Rosa de Lima, la Papanoa vetada, el pueblo, no el lado hotelero que defienden los empresarios sin escrúpulos y agachones. Con esa langosta de a kilo que me dió el Gordo, o allá arriba donde vimos cómo las milicias también asistieron a esa plática de erechos humanos que dieron los compas (Ahora no digo quiénes por seguridad, obvio) y porque todo se reduce a amor.

A amarte y desearte como amo a nuestra gente, a nuestro pueblo como se ama a la vida en cada palmo que respiras, cada despertar que es aventura, porque sé mis piernas me llevarán a ti y a ellos, a esas comunidades donde faltan medicamentos, donde los usos y costumbres enseñan a las niñas que deben obedecer sin protestar al ombre, ser madres y no pensar en estudiar ni en superarse.

Todo se reduce a buscar la libertad porque esto que siento y escribo es parte de donde vivo, de todo lo que percibo y cruzo, de todo y de todos, pero antes, contigo, a tu paso y porque todo, amor, todo simplemente se reduce a éste amor que siento por ti, por ellos, por nosotros, por todos. Todo se reduce a amor, amor.

Hercili Gato 014


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