lunedì 19 novembre 2018

Elena y el astronauta (Elena en el mar violeta)

Elena en el mar violeta

Elena navegaba en la barcaza sobre un mar violeta de hojas de lluvia de oro, cambiaba la tonalidad según su estado de humor, pero eso a ella no le importaba, sólo pensaba en su astroviajero, en el regreso a casa, al hogar que no parecía tener luces prendidas, a la terracita con balcón donde meses antes habían reído platicando de libros, de política, ciencia y amor, la rutina de compartir los deberes y salir a caminar por las tardes, regresar a casa, amarse y dormir.  Pensaba qué sería del astronauta, si ya comería o no, qué horas son en la luna, cómo será la noche en la luna.

Imaginaba llegar al hogar, quitarse la ropa salada, y que, al prender la luz, el astronauta (ya sin el traje espacial porque pesa mucho), estaría aguardándola en la terracita con balcón al parque. Y que lloraría de alegría, de gusto, le besaría a su astroviajero y lo abrazaría cándida, amorosa y sin reproche alguno por tan larga ausencia. Que harían el amor -porque ellos sí se amaban- hasta que el astronauta la dejara embarazada.

Pero el mar sabe a sal, y el viaje en la barcaza se prolongaba, ya le daba sueño, pero extrañaba su cama y recordaba que no le había dado de comer al gato negro.  Tampoco había dejado puesta la lavadora y ya tenía la montaña de ropa sucia, por las horas perdidas en el computador leyendo las noticias del retraso del cohete y de haber estado mirando por la ventana, ver si el astronauta le mandaba un beso al asomarse de la luna.


Elena se quedó dormida del cansancio de sus pensamientos, la zozobra y melancolía la vencieron, lloró y lloró hasta quedarse dormida. Al despertar, se encontraba en la alfombra del living, junto al librero. El gato negro la observaba curioso. 

Hercilia Gato 018`

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